Aquel que no haya conocido la decepción en su
vida, puede considerarse afortunado, o quizá no. Hay varias emociones por las que
resulta necesario pasar por ellas porque pueden ayudarnos en nuestro
crecimiento interior. La decepción es una de ellas y siempre la vivimos de
forma dolorosa y sintiendo que algo
construido se derrumba. Cuando aparece en nuestra vida lo único que nos
queda es aprender la lección que nos viene dada con esta experiencia.
La confianza va muy unida a la decepción. Es
la parte contrapuesta. Y confiar, es algo que a determinadas personas, cuesta
bastante. Por eso es necesario
incrementarla poco a poco, porque uno no confía en alguien a primera vista, ni
siquiera al cruzar la primera palabra. La sociedad, tal y como está impuesta,
junto a las experiencias pasadas que hayamos vivido hacen que vayamos con
precaución ante una presencia desconocida. Tampoco es aconsejable ir en guardia
de forma constante, tener siempre esta actitud quemaría demasiadas energías en
nuestra mente.
Para confiar en alguien es necesario que
también pongamos de nuestra parte para que la otra persona pueda sentirse con
el ánimo de confiar en nosotros. Y esta comienza por compartir pensamientos, o
quizá vivencias que demuestren como somos en realidad. Cuando uno decide
confiar, o demostrar ese rasgo hacia otra persona no son válidas la mentira, ni
la manipulación porque estaremos reflejando una imagen que no es real, una que hemos
confeccionado para ese momento, o esa persona en particular. A primera vista
puede funcionar. Partimos de cero y la otra persona sólo ve lo que mostramos,
sin poner en duda que seamos, o no así. Pero más adelante, siempre aparecen ligado
a sus actos pequeños detalles que hacen dudar sobre las palabras de la persona
que tenemos delante nuestro. Contradicciones inocentes que denotan de forma
natural que la duda aparezca y nos haga pensar que sea cierto, o no lo vivido y
compartido hasta ese momento.
Existen personas que aprenden la propia
mentira que desean dar a conocer, o decidan ocultar lo vivido hasta ese momento
por miedo a mostrar demasiado y dar apariencia de vulnerabilidad. Eso es algo
que debe ser respetado y cada uno debemos valorar si queremos continuar teniendo
a esa persona en nuestro círculo, o decidir separarnos de ella para que continúe
su camino. No es necesario forzar nada. Cada uno es libre de actuar del modo
que quiera si se siente identificado con ese comportamiento. No somos nadie
para juzgar, sólo debemos actuar para que ese comportamiento no nos termine
infectando de ira, ansiedad, dolor y tristeza. A veces, cuando nos damos cuenta
de ello es tarde para volver a retomar nuestros pensamientos, costumbres y vida
porque nos resultará más difícil. Por eso es necesario atajar el problema en
cuanto aparezca de manera, más o menos, continuada y firme. Pero esto tampoco
es fácil.
Dependiendo del grado de compromiso que
tengamos con la persona que nos está decepcionando, hay algunas soluciones para
este conflicto interno.
Puedes comentar con personas ajenas a la
situación, para que te indiquen su punto de vista de manera objetiva. Aunque
también corres el riesgo de escuchar como debes actuar para hacer frente a una
situación así. Cuando escuchas lo que debes hacer, y no lo que deberías o
podrías, debes darte cuenta que la única persona que debe hacer frente a este
conflicto eres tú, y nadie más. El
círculo ajeno querrá ayudarte, pero siempre se basará en sus propias
experiencias, no en lo que tú has vivido o sentido.
Otra solución factible es continuar con esa
persona en tu círculo, aun sabiendo que no todo lo que dice, o hace sea cierto.
Es un riesgo que asumes, y que no te aportará nada de cara a un futuro. Con el
tiempo cabe la posibilidad de que quieras darte cuenta que tu avance se detendrá
cuando estés con esa persona. Que las dudas y la incertidumbre serán tus
compañeras de viaje, y que quizá te haga perder otros valores acuñados en tu
personalidad como puede ser la autoestima, o la dignidad. De nada sirve esperar
que la otra persona cambie porque tampoco se trata de hacer cambiar a nadie. Se
acepta, o no. La persona tomó su decisión libremente para comportarse de ese
modo con las personas que él eligió. Si decides continuar en este sendero, te agarraras
a esperanzas fantasmas que nunca aparecerán, ni siquiera a medianoche. Si te
aprecias un mínimo, esta no debería ser la mejor opción.
La decisión más valiente es apartar a esta
persona de tu vida. Olvidar las palabras escuchadas, y las contradicciones de
sus actos impresos en tu memoria. Hay que sesgar de manera rápida y tajante.
Sin dar más oportunidades porque se corre el riesgo de sucumbir de nuevo ante
sus mentiras, ante el más mínimo descuido. Hay que tirar de la fuerza interna
que alimenta tu espíritu diario para continuar adelante con tu vida. Si se
consigue reunir fortaleza, decisión y amor a uno mismo puede ser útil para
retomar tu vida, y ser el único dueño de la misma.